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Trump y Putin: Las tácticas en el conflicto ucraniano

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El reciente emprendimiento diplomático entre Estados Unidos y Rusia respecto al conflicto en Ucrania ha demostrado la capacidad del Kremlin para cambiar el curso de las negociaciones a su beneficio. Al buscar un cese al fuego de 30 días a lo largo de todo el frente de combate, la administración estadounidense se topó con una respuesta bien planificada de Rusia, que consiguió convertir lo que aparentaba ser un avance hacia la paz en una situación llena de incertidumbres y concesiones limitadas.

La iniciativa original de Estados Unidos proponía un alto el fuego absoluto. No obstante, tras una semana de espera y con la pérdida de muchas vidas, se llegó a un acuerdo modesto que implicaba un intercambio de prisioneros, encuentros de hockey y futuras negociaciones. También se acordó una tregua mutua en los ataques a la “infraestructura energética”, según informó el Kremlin. Desde el inicio, esta parte del acuerdo generó confusión, ya que, según las declaraciones de la Casa Blanca, se amplió la definición de “infraestructura energética” para abarcar casi cualquier infraestructura crítica en Ucrania, creando un complicado desafío técnico difícil de interpretar o llevar a cabo.

El Kremlin, por su lado, declaró que no atacaría las redes eléctricas ni el suministro de gas en Ucrania, objetivos que ha golpeado de manera sistemática durante años, especialmente en invierno. No obstante, esta pausa no constituyó una concesión relevante para Moscú, dado que coincidió con el verano, cuando la demanda energética de Ucrania disminuye. Además, el acuerdo incluyó una solicitud para que Ucrania dejara de atacar la infraestructura energética rusa, lo que impacta una de las tácticas más efectivas de Kyiv. Durante meses, Ucrania ha empleado drones y misiles de largo alcance para dañar refinerías y oleoductos rusos, infligiendo considerables pérdidas a la economía del Kremlin.

El presidente de Ucrania se mostró abierto al acuerdo, aunque subrayó la importancia de conocer los pormenores antes de comprometerse totalmente. Mientras, Rusia tomó ventaja de la situación para incluir en las charlas demandas que no estaban directamente ligadas al conflicto, como la interrupción de la ayuda externa y del intercambio de inteligencia con Ucrania. También se sugirió la formación de “grupos de trabajo” para abordar el futuro de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, una estrategia que el Kremlin suele emplear para prolongar los procesos diplomáticos y evitar compromisos significativos.

El presidente de Ucrania se mostró receptivo al acuerdo, aunque hizo hincapié en la necesidad de conocer los detalles antes de comprometerse completamente. Mientras tanto, Rusia aprovechó la situación para incluir en las conversaciones demandas que no se relacionaban directamente con el conflicto, como la suspensión de la ayuda exterior y del intercambio de inteligencia hacia Ucrania. También se propuso la creación de “grupos de trabajo” sobre el futuro de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos, una táctica que comúnmente utiliza el Kremlin para dilatar los procesos diplomáticos y evitar compromisos sustanciales.

El acuerdo también puso de manifiesto la carencia de preparación y unidad en las afirmaciones iniciales de Estados Unidos y Ucrania. La idea de un cese inmediato de todas las hostilidades parecía loable en teoría, pero carecía de detalles esenciales sobre su implementación o supervisión. Se propuso incluso que los satélites podrían vigilar el cumplimiento del pacto, una sugerencia que, aunque técnicamente factible, presume que Rusia aceptaría de buen grado la supervisión estadounidense sobre sus posiciones militares.

Al final, el Kremlin se las ingenió para esquivar un “no” definitivo mientras brindaba concesiones mínimas que no ponían en riesgo sus metas a largo plazo. Este juego diplomático situó a la administración estadounidense en una posición difícil, tras haber apostado por un acuerdo que no alcanzó los resultados deseados. Lo más inquietante es que las ambigüedades del acuerdo podrían permitir futuras ofensivas rusas.

En última instancia, el Kremlin logró evitar un “no” rotundo mientras ofrecía concesiones mínimas que no comprometieran sus objetivos a largo plazo. Este juego diplomático dejó a la administración estadounidense en una posición complicada, al haber apostado por un acuerdo que no logró los resultados esperados. Más preocupante aún es el hecho de que las ambigüedades del acuerdo podrían abrir la puerta a nuevas ofensivas rusas en el futuro.

El desenlace de estas negociaciones subraya la complejidad de buscar la paz en un conflicto tan arraigado. Si bien se han dado pasos iniciales hacia un diálogo, la realidad es que las tácticas del Kremlin continúan dominando la narrativa. Para millones de ucranianos, el resultado de este enfrentamiento diplomático definirá su futuro, mientras el conflicto sigue siendo una de las mayores crisis geopolíticas de nuestra era.

Por Otilia Adame Luevano

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